
Poca historia tuvo el encuentro y por eso la evito. El
Mallorca fue arrollado por la marea y sólo mejoró cuando intentó disfrutar de
las olas. Son tantas las muescas en el revólver del campeón que al visitante no
se le puede cuestionar la buena voluntad. A los pocos minutos entendió que sólo
le quedaba guarecerse. Al rato siguiente marcó Cristiano de cabeza, Apolo
asomado entre los dos centrales. Otra vez juveniles contra cadetes.
Cómo será el poder y la exuberancia del Madrid que
hubo muchos aficionados que creyeron cierta la posibilidad de que Cristiano
marcara otros cuatro goles e igualara a Messi. No Sucedió en parte porque el
equipo no se obsesionó con esa tarea, cuestión que se agradece. Forzar estas cosas
suele resultar más grotesco que fraternal.
Magia. Benzema marcó el segundo gol
quizá para celebrar que este fue el año de su transformación de gato en
pantera. Özil hizo los dos siguientes
para reivindicar la imaginación creativa, partido minoritario en el parlamento
de Mou, pero fundamental en los pactos. Sus goles fueron como él,
imprevisibles: con los riñones y con la derecha.
Chory Castro salvó el honor balear con zurdazo de pura
rabia; los humanos también tiene orgullo. La diferencia es su fragilidad ante
las flechas del destino.
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